lunes, 8 de febrero de 2010

Telegrama a Haití

Árbol del pan...busca panaderías fugaces STOP se ruega dirigirse preferiblemente en horas de fermentación STOP chinche de los bosques parodia sangre fresca STOP busca una perfumería allá donde el agua ha lanzado a sus muertos STOP en Haití STOP es un fin de semana como cualquier otro STOP.

George Casteras

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Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incompelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envolusionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia.
Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulicordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del mespasmo en una sobrehumítica agopausia. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

(-9) Rayuela,
Julio Cortázar

Descontento

El niño es mudo para decir cuán frío es el día, cuán cálido el perfume de la rosa en verano, cuán terribles los cielos oscuros del crepúsculo y temibles los altos soldados que redoblan tambores.

Pero nosotros tenemos el lenguaje, que mengua al hiriente calor y que amortigua al cruel perfume de la rosa. Deletreándola, atenuamos la noche que se cierne y así también el miedo y los tambores.

El lenguaje, como una fría malla nos ciñe, protegiéndonos del exceso de júbilo o de espanto...


Poema Robert Graves
Traducción Eduardo Anguita